En Pianista acompañante, Eduardo Rezzano reconfigura la dimensión espacio tiempo desde el vamos. El primer poema nos advierte que lo que ocurrirá mañana es una grabación, y que el poeta está dispuesto a dar testimonio, haciéndonos partícipes necesarios. A lo largo de sus cuatro capítulos, la ternura convive con lo ominoso y los espacios ínfimos con la vastedad. Un piano vertical, un camarote adentro del piano: lleno de monos. La presencia de lo absurdo no desdice el tenso realismo que nos atrapa e incomoda en cada poema, como si percibiéramos que algo ocurrirá en la nieve y fuéramos la nieve. Por eso le creemos cuando el poeta confiesa: Aprendí el oficio / de enterrador / Después / el de profanador de tumbas. Un libro en donde no hay demoras en reconocer la belleza.
Andrés Szychowski
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