martes, 26 de agosto de 2008

Fragmento de Apocalipsis, de D. H. Lawrence


"...Mientras no comprendamos un poco el modo de funcionamiento de la mente de los antiguos no seremos capaces de apreciar la magia del mundo en el que vivían. Pensemos en el enigma de la esfinge: ¿Qué es lo que camina a cuatro patas por la mañana, a dos a mediodía y a tres por la noche? La respuesta era “un hombre”. Desde nuestro punto de vista, el enigma planteado por la esfinge es ridículo. Pero para el hombre acrítico de la antigüedad que sentía aquellas imágenes, éstas darían lugar a una complicada amalgama de emociones y temores. La cosa que anda a cuatro patas es un animal, con todas sus diferencias y fuerza salvajes, con su conocimiento de los parajes en los que vive y en los que se encuentra inmersa la aislada conciencia del hombre. Y cuando, gracias a dicha respuesta, nos damos cuenta de que un niño también camina a cuatro patas, inmediatamente surge otra serie de emociones, a medio camino entre el miedo y la risa, por cuanto el hombre se reconoce a sí mismo como un animal, al menos durante la infancia, que camina a cuatro patas, con la cara hacia el suelo, mientras la tripa o el ombligo apuntan al centro de la tierra, como hacen todos los animales, en lugar de mostrar el ombligo al sol, como hace todo hombre según esa concepción primitiva. La segunda parte del enigma, la referida al ser de dos patas, avivaba imágenes mezcladas de hombres, monos, pájaros y ranas, y la sorprendente percepción de esas cuatro clases de criaturas se producía en un acto instantáneo de la imaginación, algo que para nosotros resulta muy difícil de conseguir, pero que sí hacen los niños. La tercera parte del enigma, la referida al ser de tres patas, suscitaría asombro, un profundo terror y ganas de ir a buscar en los vastos parajes, más allá de los desiertos y el mar, algún animal salvaje todavía desconocido.
Parece evidente la enorme reacción emocional que provocaba aquel enigma. Incluso reyes y héroes, como Héctor y Menelao, reaccionarían de esa manera, tal como ahora hace un niño, pero con una fuerza y un coraje mil veces mayor. Los hombres que así actuaban no eran necios. Mucho más lo es el hombre actual, por haber renunciado a esas reacciones emotivas e imaginativas y no sentir nada. Tedio e insensibilidad es el precio que pagamos por ello. Nuestros romos procesos mentales ya no representan para nosotros nada que tenga que ver con la vida. A pesar de que el enigma de la esfinge acerca del hombre es más terrorífico ahora de lo que podía serlo con anterioridad a Edipo, e incluso mucho antes. Porque ahora se trata de un enigma que tiene que ver con el hombre como muerto viviente, cosa que nunca antes había pasado..."

sábado, 23 de agosto de 2008

El arte es el antídoto contra la cultura, insisto en ello

El arte nos pone en emergencia y nos libera de lo que somos. Nos rescata de la personita ridícula y patética en que nos hemos transformado. Aunque sea por un segundo, una noche, una eternidad.

ER

domingo, 3 de agosto de 2008

de Felisberto

"...con respecto a la ilusión, no sé bien hasta qué punto es, y cómo ésta se siente y se comprende; con respecto a comprender, no sé bien qué sentido tiene comprender; con respecto a sentido, no sé bien qué es sentido; con respecto a saber, no sé qué es saber; y muy especialmente no sé, ni tengo el sentido, ni comprendo, ni tengo la ilusión, de lo que quiero; y así sucesivamente; sin saber bien, tampoco, lo que es ignorar, tal vez aspire a ignorar artísticamente o graciosamente; tengo terror a ignorar con seguridades, quiero ignorar sin seguridades, y lo que más me asusta es ignorar con una sola seguridad; tal vez si algún día me suicido me suicidaré con una seguridad-síntesis, y la peor manera de morir la considero ésta: atended bien: que sea otro el que me mate con una seguridad-síntesis..."

Tomado de Filosofía de Gángster, de Felisberto Hernández.