viernes, 26 de junio de 2015

Fragmentos de Molloy, de Samuel Beckett

Revisando mi libreta de anotaciones encontré unos breves fragmentos que copié de Molloy, de S. Beckett. El año pasado tuve la fortuna de leer ese libro y también Malone muere; me queda pendiente El innombrable. A continuación transcribo algunos de esos fragmentos.

Sé lo que saben las palabras y las cosas muertas, y todo ello forma una pequeña y bonita suma, con un comienzo, una mitad y un final, como en las frases bien construidas y en la larga sonata de los cadáveres.

Voy a advertiros de una cosa: cuando las asistentes sociales os ofrecen graciosamente una basofia como para ni mirarla, lo cual en ellas constituye una obsesión, es inútil mostrarse recalcitrante. Os perseguirán hasta los confines de la Tierra blandiendo su vomitivo. Las del Ejército de Salvación no están mucho mejor. No, realmente no conozco defensa alguna contra el gesto caritativo. Hay que inclinar la cabeza, tendiendo las manos confusas y temblorosas, y decir gracias, señora; muchas gracias, buena señora. El que no tiene nada no tiene derecho a despreciar la mierda.

Quizá tenía miedo de que saliera corriendo en su persecución. Efectivamente, hay algo inquietante en mi forma de correr, con la cabeza echada hacia atrás, los dientes apretados, los codos doblados al máximo y las rodillas casi pegadas al rostro. Y a esa forma de correr debo el haber dado alcance a menudo a personas más ágiles que yo. Prefieren detenerse y esperarme a prolongar a sus espaldas tan pavoroso espectáculo.

Pero había momentos en que me parecía que ya no estaba muy lejos, que me acercaba como la playa se acerca a la ola que se infla y blanquea, aunque debo decir que esta imagen resulta poco apropiada para mi situación, más cercana a la de la mierda que espera ser barrida por el agua de la manguera.