Un poema nunca está completo aunque tengamos la ilusión de su perfección, aunque efectivamente no le falte nada. O siempre está completo, aun cuando sea una máquina de sutiles metamorfosis, una máquina deseante (Deleuze y Guattari nos enseñaron que el deseo no tiene nada que ver con la carencia). El arte del poeta está en enseñarle al poema a hablar por sí mismo, en darle vida, en ponerlo en funcionamiento, y por eso se me ocurriría peligroso pensar lo completo como lo que tiende a la quietud de las cosas muertas (claro que las cosas muertas tienden más al deterioro que a la quietud). Un poema siempre está soltando electrones y produciendo su exterioridad; completo en cada instante de su fugacidad, pero siempre inacabado o, mejor aún, siempre por escribirse.
ER
(nota: esta entrada fue originalmente un comentario que dejé en el blog de noesposible, en diálogo amable sobre lo que allí se trataba, y que me tomé la libertad de descontextualizar)
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(nota: esta entrada fue originalmente un comentario que dejé en el blog de noesposible, en diálogo amable sobre lo que allí se trataba, y que me tomé la libertad de descontextualizar)
2 comentarios:
Ha mejorado la reflexión con el matiz añadido.
Supe la existencia de Ferrater por el suplemento de "EL País" hace unos años; me impresionó aquella decisión suya de terminar antes de los cincuenta, pero sólo he leído poemas sueltos. Es un gran poeta.
¿Sabes que también le interesaban mucho las matemáticas?
Según me han contado, varios años antes de morir, él ya decía que no pensaba vivir más que hasta los 50, que ese era su límite. No fue nada espontáneo ni improvisado su suicidio, al parecer. Al pensarlo, me quedo de piedra.
Sí, sabía que estaba en el asunto de las matemáticas. Y también me han dicho que aprendió polaco para leer a Gombrowicz, que era lingüista, traductor, crítico de arte y no sé qué cosas más. Y una persona fascinante.
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