





Presenté mi nuevo libro, Caligrafía, el 9/05/13 en Barcelona y el 10/05/13 en Madrid. En Barcelona me acompañó Concha García y en Madrid lo hizo Mariano Peyrou, poetas a quienes admiro. En esta última oportunidad también estuvo el editor, mi querido amigo Juan Soros, otro poeta admirable. Transcribo el texto que preparé para la ocasión.
Caligrafía es la segunda parte
de una trilogía que comienza con Gato
barcino y culmina con Nocturna,
volumen todavía inédito. Es un poemario que empecé a escribir en 2003, en
Barcelona, y que terminé en 2006, en La Plata. La idea que inicialmente me
sirvió para dar cohesión a los primeros poemas fue la de una pantalla blanca, y
llegué a ella estimulado por distintas experiencias, lecturas y conversaciones como el blanco sobre blanco de Enrique Arau, el espacio liso de Deleuze y Guattari,
el desierto árabe de Lawrence y el ruido final de la película Irreversible, de Gaspar Noé. La idea “pantalla blanca” me
llevaba a un mundo donde todo se reducía a lo primeramente indiferenciado, me
conducía por los hielos árticos y me hacía entrever la existencia de los osos
polares, que apenas aparecían como leves deformaciones del espacio-tiempo. La
pantalla blanca me proponía un espacio idílico y prenatal que también ocultaba
serios peligros: un fuerte poder narcótico, una invitación a la desaparición.
¿Cómo sobrevivir sobre la superficie de una pantalla blanca? La segunda
idea que me ayudó a darle cuerpo al libro fue la de “caligrafía”, idea que
además se impuso como título para el poemario. Posiblemente, mi experiencia de
vivir con una familia china en un piso del monte Carmel me haya influido de
manera importante, lo mismo que la película de caballería Héroe, de Zhang Yimou, en la que la caligrafía se practica sobre la
arena con un palo y se halla muy cercana al arte de la esgrima. Parado y
mimetizado sobre la pantalla blanca entendí el arte de la caligrafía como un
ejercicio de supervivencia. Me había construido mi propio desierto y tenía una
espada para escribir sobre él. Me di cuenta de que podría sobrevivir por medio
de la escritura en tanto el acto mismo de escribir me iluminara y fuera
portador de sentido. Para ello iba a necesitar algo de disciplina y humildad, una
vida de amor y pobreza.
ER