Ocurrió que me acosté tarde y que a la mañana siguiente, cuando escuchaba trabajar a mi vecino desde la cama, encontré un parecido curioso entre el sonido de su máquina –una sierra o no sé qué– y el que emitiría un improbable moscardón gigante al agitar las alas, aunque con ciertas reminiscencias del crepitar de las brasas en una noche de agosto. Eso me hizo pensar en qué pasaría si, en un camino inverso al que estamos habituados a observar, se diera el caso o se encontrase la manera de que a partir de los sonidos pudieran materializarse sus supuestas fuentes, incluso en el marco de indiscernibilidad provisto por la equivocidad de la percepción. Con espanto y regocijo me imaginé un moscardón gigante debatiéndose entre las llamas con bravura siniestra.
Sin quedarme en conjeturas que implicaran la aparición de animales fantásticos, pensé en la posibilidad de corporizar un quinteto de vientos a partir de la reproducción de una cinta grabada en otro tiempo y otro espacio lejanos. Un segundo paso, más ambicioso, sería el de lograr que, una vez corporizados y finalizada la emisión sonora corporizante, los elementos sustanciados adquiriesen autonomía o vida propia, por así decirlo.
Bien, en ello estoy trabajando, y me gustaría presentarles a Frida.
–Frida, por favor. Come on, please. Vine aqui, si us plau.
De momento es imposible obtener su atención aun empleándose distintos idiomas, y he fracasado al intentar estimularla utilizando los más variados artilugios. Es indudable que ella existe, que su materialización ha sobrevivido a lo efímero de su fuente sonora originaria. Se la puede tocar, pero sus reacciones o, mejor dicho, sus movimientos espasmódicos, no son los de un ser animado por voluntad propia o ajena, sino que responden a meros impulsos nerviosos totalmente vacíos de sentido.
Otro problema que se me plantea, y que no es un problema menor, es cómo deshacerme de las criaturas que voy produciendo en cada etapa experimental. En ningún caso han demostrado el menor interés por los alimentos, de modo que estoy esperando a que les sobrevenga la muerte por inanición, fin al que entiendo que llegarán sin sufrir el padecimiento del hambre, como si se les agotaran las baterías.
ER